¿Cuál es la diferencia entre un psiquiatra y un psicólogo?
La diferencia principal es que un PSIQUIATRA estudia medicina (es decir, es médico) para luego especializarse en psiquiatría (como un internista, un dermatólogo, un pediatra…) Es decir, un psiquiatra hace 6 años de medicina y luego cursa 3 años de especialidad médica para obtener el título de médico psiquiatra. Dentro de la especialidad, hay subespecialidades como psiquiatría infantil (que se encarga de la atención de niños y adolescentes).
Un PSICÓLOGO estudia una carrera de psicología de 5 años de duración. Una vez finaliza sus estudios, puede especializarse en distintas áreas como: recursos humanos, neuropsicología, psicología clínica, etc.
Ambos valoran todas las áreas de la vida del paciente, las relaciones que le rodean, su vida social, laboral y cotidiana. Por eso, no te molestes si te preguntan lo mismo…
El psiquiatra, como es médico, está capacitado para formular medicamentos cuando lo considere necesario y aunque el psicólogo puede conocer la psicofarmacología no puede formular ningún medicamento.
¿LOS PSICÓLOGOS ATIENDEN PROBLEMAS LEVES MIENTRAS QUE LOS PSIQUIATRAS VEN LOS MÁS GRAVES?
NO, tanto psicólogos como psiquiatras atienden problemas leves, moderados y graves, si se complementan llegan a tener un gran impacto de ayuda.
Al final de todo, psicólogos y psiquiatras pueden ayudar a la buena salud mental. Para una mejor recuperación, es bueno saber que se pueden combinar medicamentos y terapias.
En Recuperarte IPS, sabemos que no se trata de dos áreas de trabajo en competencia, sino complementarias.
¿Qué mitos existen en torno a la enfermedad mental y a la consulta de psiquiatría y psicología?
Mito: los problemas de salud mental no me afectan.
Realidad: de hecho, los problemas de salud mental son muy comunes. En 2014, alrededor de:
• Uno de cada cinco adultos estadounidenses experimentó un problema de salud mental
• Uno de cada 10 jóvenes pasó por un período de gran depresión
• Uno de cada 25 estadounidenses padeció una enfermedad mental grave, como esquizofrenia, trastorno bipolar o una depresión importante
El suicidio es la 10° mayor causa de muerte en Estados Unidos. Representa la pérdida de más de 41,000 vidas estadounidenses por año, más del doble de las que se pierden a manos de homicidas.
Mito: los niños no tienen problemas de salud mental.
Realidad: incluso los niños pequeños pueden exhibir señales de advertencia tempranas que representen una inquietud para su salud mental. Estos problemas de salud mental a menudo se pueden diagnosticar clínicamente y pueden ser un producto de la interacción de factores biológicos, psicológicos y sociales.
La mitad de los trastornos de salud mental presentan síntomas antes de que una persona cumpla 14 años; tres cuartos de los trastornos de salud mental empiezan antes de los 24 años.
Desafortunadamente, menos del 20% de los niños y adolescentes con problemas de salud mental que se pueden diagnosticar reciben el tratamiento que necesitan. La asistencia temprana en salud mental puede ayudar a los niños antes de que los problemas interfieran con otras necesidades de desarrollo.
Mito: las personas que padecen problemas de salud mental son violentas e impredecibles.
Realidad: la gran mayoría de las personas con problemas de salud mental no tienen más probabilidades de ser violentas que otras personas. La mayoría de las personas con enfermedades mentales no son violentas y solo el 3 %–5% de los actos violentos pueden atribuirse a personas que padecen de una enfermedad mental grave. De hecho, las personas que padecen de enfermedades mentales graves son 10 veces más propensas a ser víctimas de delitos violentos en comparación con la población general. Es posible que usted conozca una persona que padece de un problema de salud mental y ni siquiera se haya dado cuenta, ya que muchas personas con problemas de salud mental son miembros muy activos y productivos de nuestras comunidades.
Mito: las personas con necesidades de salud mental, incluso quienes controlan su enfermedad mental, no pueden tolerar el estrés de mantener un trabajo.
Realidad: las personas con problemas de salud mental son tan productivas como los demás empleados. Los empleadores que contratan a personas con problemas de salud mental informan que estas personas tienen una buena asistencia y son puntuales, además de estar motivados, realizar bien su trabajo y mantener el puesto durante períodos similares o superiores a los de otros empleados.
Cuando los empleados con problemas de salud mental reciben un tratamiento efectivo, esto puede resultar en:
• Disminución de los costos médicos totales
• Mayor productividad
• Disminución en el ausentismo
• Disminución en los costos por discapacidad
Mito: las debilidades en la personalidad o las fallas en el carácter causan problemas de salud mental. Las personas con problemas de salud mental pueden deshacerse de ellos si lo intentan.
Realidad: los problemas de salud mental no tienen nada que ver con ser perezoso o débil y muchas personas necesitan ayuda para estar mejor. Muchos factores contribuyen a tener problemas de salud mental, entre ellos:
• Factores biológicos, como genes, enfermedades físicas, lesiones o la química del cerebro
• Experiencias de vida, como traumas o antecedentes de abuso
• Historia familiar de problemas de salud mental
Las personas con problemas de salud mental pueden mejorar y muchos se recuperan por completo.
Mito: no hay esperanzas para personas con problemas mentales. Una vez que un amigo o familiar desarrolla un problema de salud mental, nunca se recuperará.
Realidad: los estudios demuestran que las personas con problemas de salud mental mejoran y muchos se recuperan por completo. La recuperación se refiere al proceso por el cual las personas pueden vivir, trabajar, aprender y participar por completo en sus comunidades. Hay más tratamientos, servicios y sistemas de apoyo comunitario que antes, y además son eficaces.
Mito: la terapia y la autoayuda son una pérdida de tiempo. ¿Para qué molestarse cuando uno puede tomar una pastilla?
Realidad: el tratamiento para los problemas de salud mental varía según la persona y podría incluir medicamentos, terapia o ambos. Muchas personas trabajan con un sistema de asistencia durante el proceso de sanación y recuperación.
Mito: no puedo hacer nada por una persona con problemas de salud mental.
Realidad: los amigos y los seres queridos pueden generar un gran cambio. Solo el 44% de los adultos con problemas de salud mental que se pueden diagnosticar y menos del 20% de los niños y adolescentes reciben el tratamiento necesario. Los amigos y los familiares pueden ser una influencia importante para ayudar a alguien a recibir los tratamientos y servicios necesarios porque:
• Pueden estar en contacto y comunicarle que están disponibles para ayudar
• Le ayudan a obtener servicios de salud mental
• Aprenden y comparten información sobre salud mental, especialmente si escuchan algo que no es cierto
• Lo tratan con respecto, del mismo modo que tratan a todos los demás
• Se niegan a definirlo por su diagnóstico o usar apodos como «loco»
Mito: la prevención no sirve. Es imposible prevenir una enfermedad mental.
Realidad: la prevención de trastornos mentales, emocionales y del comportamiento se dedica a lidiar con factores de riesgo conocidos, como la exposición a traumas que pueden afectar las posibilidades de que niños, jóvenes y adultos jóvenes desarrollen problemas de salud mental. Promover el bienestar socioemocional de niños y jóvenes genera:
• Mayor productividad integral
• Mejores resultados educativos
• Menores tasas de delito
• Economías más sólidas
• Reducción en los costos de la atención médica
• Mejor calidad de vida
• Tiempo de vida más prolongado
• Mejor vida familiar
Fuente: https://espanol.mentalhealth.gov/basicos/mitos-hechos
¿Cómo accedo al Programa de Rehabilitación Psicosocial de Recuperarte IPS?
Existen dos formas de acceder a nuestro Programa de Rehabilitación Psicosocial:
- A través de una orden expedida por la EPS y/o ARL de convenio con nosotros (en este momento, contamos con convenio únicamente con EPS y ARL Sura).
- De forma particular, posterior a una valoración especializada por psiquiatría, donde se verifica que el paciente cumpla con los criterios de admisión.
Una vez, el profesional en psiquiatría define que el paciente es candidato a ingresar al programa de rehabilitación psicosocial, se programa una EVALUACIÓN FUNCIONAL POR EQUIPO INTERDISCIPLINARIO, mediante la cual 5 profesionales (psiquiatría, psicología, neuropsicología, terapia ocupacional y trabajo social) evalúan de forma asincrónica al paciente y a su familia, generando un informe final que determina a cuál de los dos grupos de intervención ingresa el usuario (moderado, severo).
Posteriormente, los hallazgos de esta evaluación se le notifican al usuario y se procede a ingresar a nuestro programa.
¿Crean adicción los medicamentos psiquiátricos?
Introducción:
Desde la aparición de los medicamentos psiquiátricos (psicofármacos) en la década de los 60, han existido múltiples controversias respecto a su uso, con un marcado temor entre los pacientes que son derivados al psiquiatra, quienes una y otra vez nos preguntan lo siguiente: ¿ese medicamento que me va a mandar me puede volver adicto? Por tanto, el presente artículo pretende desmitificar el uso de los psicofármacos, indicando las precauciones que debe tener su empleo y los riesgos que entraña su uso inadecuado.
¿Crean adicción los fármacos psiquiátricos?
Los psicofármacos son aquellos medicamentos que se utilizan para el tratamiento de las enfermedades mentales (depresión, esquizofrenia, trastornos de ansiedad, etc.) o de alteraciones de la esfera mental que se manifiestan por signos o síntomas (insomnio, agresividad, angustia, etc.). Su acción es cerebral, normalizando las modificaciones químicas que se producen en las enfermedades mentales, siendo útiles para ayudar a la recuperación de la persona con alteración mental, si bien son apenas una de las muchas herramientas terapéuticas que se pueden utilizar. Su manejo adecuado puede facilitar la mejoría del paciente, pero su mal uso o abuso puede conducir a la aparición de efectos indeseables, que afecten negativamente la calidad de vida de la persona que los emplea.
En este punto, es importante derrumbar el mito respecto a su uso y afirmar que la inmensa mayoría de los fármacos psiquiátricos no producen adicción y aquellos que sí tienen un potencial adictivo, no la producen siempre y cuando sean bien empleados. En la cultura médica, siempre ha existido la tendencia a estigmatizar y descalificar todo aquello que tenga que ver con la psiquiatría, incluso desde el mismo gremio médico, razón por la cual los psicofármacos se han convertido en el “patito feo” de los medicamentos. Por este motivo, muchas veces el empleo de estas medicinas se realiza de manera clandestina y/o sin prescripción médica, apareciendo efectos secundarios indeseables e incluso adicciones por el uso de medicamentos con potencial adictivo.
Existen los siguientes grupos de psicofármacos: Antidepresivos, estabilizadores del ánimo, ansiolíticos, antipsicóticos, hipnóticos, potenciadores cognitivos y los psicoestimulantes. Cabe señalar que estas categorías se solapan entre sí, es decir, un antidepresivo suele ser también un ansiolítico, así como un antipsicótico puede tener un efecto estabilizador del ánimo.
¿De qué depende la adicción?
Por tanto, no podemos mencionar la adicción como una consecuencia inevitable del empleo de los psicofármacos. Su uso puede ser a corto plazo, existiendo algunas enfermedades que pueden necesitar un ciclo corto de uso (por ejemplo, un trastorno de pánico o angustia, una depresión no complicada o un cuadro psicótico breve). Sin embargo, la suspensión de la medicación psiquiátrica debe ser guiada por un psiquiatra, ya que su discontinuación abrupta puede generar los llamados síndromes de supresión que no deben ser confundidos con dependencias o adicciones. Es el mismo caso que presentaría un paciente diabético que abruptamente se deja de aplicar la insulina o un paciente hipertenso que súbitamente suspende sus antihipertensivos.
Con respecto a los medicamentos que pueden tener potencial de abuso o adicción, nos centraremos en las benzodiacepinas, que son unos de los psicofármacos más formulados en el mundo. A lo mejor al lector el término benzodiacepina no le suene a nada, pero si se les dice clonazepam, alprazolam, lorazepam,… posiblemente les parezcan conocidos. La mayoría de benzodiacepinas tiene un potencial de abuso bajo cuando están formuladas adecuadamente y su uso se halla supervisado. Sin embargo, la dependencia física o adicción se produce con frecuencia cuando se toman en dosis mayores de las normales o por períodos prolongados.
¿Cuáles son los más adictivos?
Como lo acabamos de mencionar, los psicofármacos que tienen mayor riesgo de dependencia o adicción tienen son las benzodiacepinas, por las razones ya mencionadas. Sin embargo, otros medicamentos como los hipnóticos (zolpídem, zopiclona) tienen un riesgo de dependencia cuando se emplean a dosis elevadas, aunque con un potencial muy inferior a cualquier benzodiacepina. Además, es importante aclarar que los psicoestimulantes empleados para el manejo del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en niños no causan adicción y, de hecho, los niños con TDAH tratados con estimulantes tienen menos probabilidades de abusar de sustancias que otros niños con TDAH.
¿Cómo se puede evitar?
De esta manera, aquel mito de la adicción que generan los psicofármacos debe ser desvirtuado y desterrado de la práctica médica, por cuanto no tratar una enfermedad mental adecuadamente puede tener consecuencias fatales para el paciente. Lo que sí deben tener presente los pacientes a los cuales se les prescriben estos medicamentos, es que su uso siempre debe ser guiado por un médico, preferiblemente un psiquiatra y la suspensión del psicofármaco se debe realizar de manera programada y no abrupta, con reducciones escalonadas de las dosis, por la posibilidad de aparición de efectos secundarios indeseables, que no pueden ser equiparados a los síntomas de una adicción (es decir, los animales que reciben libre acceso al medicamento no lo buscan activamente y tampoco buscan aumentar la dosis, como sucedería en una adicción). Todo fármaco con la capacidad de producir cambios adaptativos en un organismo tiene el riesgo potencial de ocasionar síntomas por su discontinuación y los psicofármacos no son la excepción, sólo que su mala fama (por demás bien ganada por el mal uso que han tenido) hace que sean los principales blancos de las críticas y es nuestro deber como psiquiatras defender su empleo adecuado y oportuno.
¿En qué consiste la primera visita al psiquiatra?
Introducción:
Cuando una persona es derivada o remitida al psiquiatra a una consulta surgen una serie de inquietudes frecuentes: ¿será que estoy loco?, ¿me tendrán que internar o ingresar a un centro?, ¿por qué mi médico de cabecera u otro especialista decidieron enviarme al psiquiatra? Asimismo, si alguien decide, por iniciativa propia, acudir al psiquiatra, es criticado en muchas ocasiones por sus familiares y amigos, quienes les pueden decir que no están locos y no necesitan ir al “loquero”. Por fortuna, muchos de estos interrogantes son mitos y el presente artículo pretende aclararlos.
La función del psiquiatra
El médico psiquiatra es un especialista en salud encargado del diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de las principales patologías mentales. Tiene la capacidad de prescribir medicamentos, si bien muchas de las condiciones que diagnostica no necesariamente requieren el empleo de psicofármacos. Frecuentemente, se confunde su función con la de los psicólogos, si bien estos últimos no son médicos y por tanto, no pueden formular medicamentos, teniendo en cuenta que sí pueden administrar y supervisar tratamientos de psicoterapia.
La ansiedad inicial
Por tanto, cuando otro profesional de la salud (médico, psicólogo, enfermero, terapeuta…) envía a una persona al psiquiatra, se debe tomar esa visita como cuando se va a cualquier otro especialista médico (internista, pediatra, gastroenterólogo…), siendo importante preguntarle a la persona que solicita la valoración cuál es el motivo y qué espera de la misma, con el fin de disminuir la ansiedad que genera ir al psiquiatra. Con frecuencia, los psiquiatras vemos en consulta a personas que no tienen la menor idea del por qué fueron enviadas a nuestra valoración, lo cual hace difícil emitir con claridad un concepto médico. Además, existen otros casos en los cuales es el propio paciente quien decide buscar por su cuenta la valoración por el psiquiatra, bien sea por consejo de alguien o por iniciativa propia.
La finalidad de la primera consulta
Como en todas las consultas médicas, la primera valoración tiene los siguientes propósitos:
• Definir el motivo de consulta: Nadie asiste a un especialista médico sin una razón y mucho menos al psiquiatra, que aún sufre de cierto tabú por el estigma social que tienen las enfermedades mentales.
• Establecer cuál es el problema o los problemas principales que tiene el paciente: Es el requisito para definir la hoja de ruta de la primera consulta, permitiéndole al psiquiatra indagar y profundizar en aquellos temas que considere pertinentes para poder ayudar al paciente.
• Hacer una aproximación diagnóstica: Es importante aclarar que, con el tiempo, el diagnóstico puede llegar a variar, al igual que sucede con las demás enfermedades en medicina, que pueden ser dinámicas y variables.
• Prescribir un tratamiento, bien sea farmacológico, psicoterapéutico o una combinación de los dos: Es un mito que en todas las valoraciones de primera vez se formulen medicamentos psiquiátricos, existen muchos casos en los cuales es preferible esperar un tiempo antes de iniciar un medicamento, especialmente si existen dudas acerca del diagnóstico o por parte del paciente que asegurarían que no lo tome así sea prescrito.
• Fijar el tiempo para la próxima consulta, si llega a ser necesaria, ya que hay casos en los cuales el paciente no necesita más valoraciones por el psiquiatra.
Recomendaciones para el día de la consulta:
• El paciente puede realizar previamente una lista de inquietudes y expectativas que tenga para la consulta, si bien debe tener presente que, por las limitaciones de tiempo, no se podrán abordar todas en el tiempo asignado (que, en muchos casos, es de 20 minutos, como sucede con otras valoraciones médicas).
• Si es posible, el paciente debe acudir acompañado por un familiar o persona de confianza, debido a que, con frecuencia, los psiquiatras requerimos entrevistar a la red de apoyo; sin embargo, siempre es recomendable que haya un espacio para que el paciente pueda estar a solas con el psiquiatra para que pueda expresarse sin limitaciones.
• Si el paciente está nervioso, no debe dudar en comentárselo al psiquiatra, quien estará en la capacidad de entender esa angustia y manejarla durante la consulta.
• En psiquiatría, es frecuente que el profesional pregunte acerca de temas poco convencionales o considerados tabú por la sociedad como la orientación sexual, la religión, si hay historia de abuso sexual en la infancia o reciente. Este tipo de temáticas usualmente es una fuente de malestar y problemas para muchas personas, por lo cual hacen parte de las preguntas rutinarias de una valoración psiquiátrica. Se recomienda responder a aquellas que el paciente crea importantes y si no considera pertinente hablar de algún tema en ese momento, planteárselo al psiquiatra con total naturalidad.
• En caso que el psiquiatra plantee iniciar un tratamiento farmacológico, el paciente debe solicitar una explicación pormenorizada de los siguientes aspectos: tipo de medicamento, ¿para qué sirve?, ¿cuáles son los posibles efectos secundarios y cómo se manejan?, ¿cuál es el tiempo esperado de toma del medicamento?
• Existen algunos casos en los cuales el psiquiatra puede plantearle al paciente y a su acompañante un manejo hospitalario por algún riesgo detectado durante la consulta (suicidio, agresividad hacia sí mismo o hacia otros, desconexión de la realidad). Si bien no suele ser frecuente, es algo que se debe tener en cuenta.
Conclusión:
La primera visita al psiquiatra es una situación que, en nuestra sociedad, puede ser considerada como un castigo o algo estigmatizante o incluso humillante, por lo cual es frecuente que genere preocupación o angustia a la persona que asiste. Se recomienda que sea vista de la misma forma que se ve la asistencia a otros especialistas médicos, así el psiquiatra y el paciente crearán un espacio de confianza y apoyo.